P. FLORENCIO
MEZZACASSA sdb
UNA VISION BIBLICA
DE LOS
DERECHOS HUMANOS
Florencio Mezzacassa sdb, nacido el
8 de abril de 1928, falleció el 21 de marzo de 1998,después de dedicar cuarenta
años al estudio, investigación y docencia de la Palabra de Dios. La publicación
de esta obra suya en internet constituye un homenaje póstumo a su memoria que
Servicios Koinonía agradece a los Salesianos de BuenosAires, Santa Cruz y
Tierra del Fuego, así como al Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos de
Buenos Aires
© Movimiento Ecuménico por los
Derechos Humanos, 1987.
Queda hecho el depósito que ordena
la ley 11.723.
Impreso en Argentina.
Ediciones del Movimiento Ecuménico
por los Derechos Humanos,
Solís 936, 1078 CAPITAL FEDERAL.
2a. EDICION
La
edición en papel contienen dibujos originales de Julio A. Carreras, ex preso
político en la unidad carcelaria de La
Plata entre los años 1981 y 1983.
INDICE
INTRODUCCIóN............................................................................................................................................................ 4
I.
ANTIGUO TESTAMENTO......................................................................................................................................... 4
1. EL
NACIMIENTO DEL PUEBLO ISRAELITA................................................................................................... 4
El Exodo.................................................................................................................................................................. 5
La
Alianza (Exodo, 19, 3-8)................................................................................................................................ 5
Mandamientos
fundamentales de la Alianza................................................................................................... 6
El
Decálogo............................................................................................................................................................ 6
2. EL
HOMBRE, IMAGEN DE DIOS......................................................................................................................... 7
El
relato de la creación........................................................................................................................................ 7
Reflexión
de las Iglesias sobre la dignidad humana...................................................................................... 7
3. LOS
PROFETAS...................................................................................................................................................... 7
La
viña de Nabot................................................................................................................................................... 8
Amós......................................................................................................................................................................... 8
Isaías........................................................................................................................................................................ 9
Miqueas................................................................................................................................................................... 9
II. NUEVO
TESTAMENTO.......................................................................................................................................... 10
1.
JESUS DE NAZARET........................................................................................................................................... 10
La
dimensión histórica de Jesús....................................................................................................................... 10
El
ambiente en que vivió Jesús......................................................................................................................... 11
Vocación
de Jesús............................................................................................................................................... 11
Núcleo
del mensaje
de Jesús............................................................................................................................. 12
Destinatarios
del mensaje.................................................................................................................................. 12
El
movimiento impulsado por Jesús................................................................................................................ 13
Significado
de la muerte en la cruz................................................................................................................. 13
2.
DIOS RESUCITO A JESUS DE ENTRE LOS MUERTOS................................................................................ 14
Consecuencias
de la Resurrección.................................................................................................................. 14
Esperanza
y Compromiso.................................................................................................................................. 15
Nuestro objetivo es reflexionar juntos la
palabra de Dios, analizando los acontecimientos que vivimos a la luz de esa
palabra. Detenerse a reflexionar sobre los acontecimientos buscando la voluntad
de Dios en el momento histórico preciso en que estamos viviendo, es seguir el
camino de la Biblia. Pidámosle al Señor que nos ilumine y ayude a esta reflexión.
El Evangelio de Juan tiene una frase que
puede resumir todo lo que son los derechos humanos: "Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia"
(Juan 10, 10). Dios es el Dios de la vida, y Jesucristo vino para dárnosla en
plenitud. Sólo de El podemos tener esa vida total en la justicia y el amor.
En nuestro contexto, el “movimiento por los derechos humanos"
equivale a “movimiento por la vida
humana”; ya que hoy más que nunca la vida es recortada, oprimida, hasta
aniquilada.
Es conveniente, entonces, ver o descubrir
la voluntad de Dios y cuál es la vocación que nos ha dado. A tal fin,
utilizaremos el método de observar la realidad, para realizar seguidamente una
formulación bíblica. A partir de allí, como
tercer y último paso, determinaremos nuestra capacidad para transformar la
realidad dada.
En el Antiguo Testamento observamos varios
momentos clave, en los cuales se ve claramente cuál es la voluntad de Dios y
cuál es la vocación del
hombre.
Dios se reveló -se manifestó- como aquél que defiende la causa del hombre pobre, oprimido. Con esto, mostró
claramente que la causa de Dios es la causa del hombre marginado. De modo que quien va
contra el hombre, va en contra de Dios. No se puede ir a Dios sino a través del hombre.
¿Cómo se reveló Dios, cómo se manifestó su
voluntad? Dios nunca habló a su pueblo mediante la palabra directa, desnuda,
fonéticamente audible y objetivamente medible. Dios siempre habló a través de
los acontecimientos y de la naturaleza. Como
los acontecimientos son ambiguos, hombres inspirados por Dios -en este caso
Moisés- interpretaron esos hechos y manifestaron cuál era la palabra auténtica,
de Dios.
AI tratarse de un proceso de fe, entra
dentro de la confianza personal en Dios. Nunca puede ser científica u
objetivamente demostrable.
¿Cómo se reveló Dios a su pueblo? Los
descendientes de los patriarcas que habían emigrado a Egipto -quienes
compondrían el futuro pueblo elegido- enfrentaban una situación realmente inhumana.
Sin derechos, sin recursos, explotados, diezmados, servían como instrumento productivo para el egoísmo
de los faraones de la decimonovena dinastía, especialmente el suntuoso Ramsés
II (1290-1244 A.C.)
(Exodo 1, 11-13; 5, 6-9, 15).
Ante esta realidad, Dios se reveló como el que defiende la
vida y el derecho de esos hombres explotados y oprimidos. Nadie los podía
salvar. Para la superpotencia de aquella
época, la única ley era su propio interés. Dios interviene enviando a un
mediador, Moisés, y los salva.
Dios se revela a Moisés desde su misma
situación histórica. El mediador de Dios intenta primero salvarse
individualmente, pero fracasa, se aburguesa. Sin embargo, la opresión y el
sufrimiento de sus hermanos le bulle en la sangre. Dios lo llama desde esa
situación. Si la hubiese rechazado, habría rechazado al mismo Dios.
La tradición yahvista se plasmó en estas
palabras: “Dijo Yahvé: Bien vista tengo
la aflicción de mi pueblo en Egipto y he escuchado su clamor en presencia de
sus opresores; pues ya conozco sus sufrimientos. He bajado para librarlos de la
mano de los egipcios”; “El clamor de los israelitas ha llegado hasta mí y he
visto la opresión en que los tienen los egipcios” (Exodo, 3, 7-9).
La tradición sacerdotal, en cambio, la
concretizó en estas palabras: "Y
ahora, al oír el gemido de los israelitas, reducidos a la esclavitud por los
egipcios, he recordado mi alianza. Por lo tanto dí a los hijos de lsrael: Yo
los libraré de los duros trabajos de los egipcios, los libraré de la
esclavitud" (Exodo 6, 5-6).
Dios confía a Moisés una misión histórica,
librar a su pueblo. "Ahora pues, ve:
yo te envío al faraón para que saques a mi pueblo, los israelitas, de
Egipto" (Exodo 3, 161, y realiza hechos salvadores como
el paso del
mar (Exodo 14-15). Históricamente, este hecho fáctico pudo haber sido mucho más
reducido y debido a causas naturales. Pero la fe de Israel vio la voluntad de Dios: no
los quería esclavos sino libres, con plenos derechos humanos. El
paso del mar significó el paso desde un estado
de carencia de derechos (opresión, esclavitud) a un estado de plenos derechos
(libertad, pueblo).
La alianza es el signo de la voluntad de
Dios. Es la carta magna de los hombres libres. Con ella, el Dios de la
liberación (Yahvé) daba a entender que todo el pueblo y cada uno de sus
componentes tenía derechos que debían ser respetados. La alianza manifiesta el
modo en que el pueblo israelita expresó sus relaciones con Dios.
Por parte de Dios, fue un don a través del cual manifestó su
amor y su ayuda misericordiosa al hombre. Internamente, es un vínculo de amor.
Externamente, una relación jurídica de garantías para una convivencia
comunitaria. Como el contratante es Yahvé, el Dios que se jugó por el hombre
oprimido y esclavizado para sacarlo de ese estado de carencia total, la alianza
es compartir con El la plenitud de vida que Él quiere: vivir en alianza con
Dios es vivir generando vida y luchando contra todo lo que es muerte (no
realización de la persona), sabiendo que muerte es siempre lo que no se hizo en
favor de la vida, como es el respetar los derechos que cada persona tiene.
La alianza, entonces, es un pacto de
comunión de todo el pueblo con Dios. Un pacto que determina la estructura
social de un pueblo: la comunidad de hermanos unidos mediante una comunión
inmutable e inviolable. Es compartir la vida y los bienes en comunión.
El mandamiento fundamental de Yahvé, el
Dios de la alianza, manifiesta la voluntad fundamental del Dios que defiende la
causa del
hombre. Ese mandamiento tuvo distintas formulaciones, de acuerdo con el momento
histórico por el que atravesaba Israel.
La formulación política: “No tendrás otro
Dios delante de mí”. La formulación cultual: “No fabricarás dioses de metal fundido”. Y la formulación religiosa:
"Temor de Dios. No te olvides de
Dios”.
Hay una formulación del mandamiento principal que caracteriza al
Dios de la alianza. La encontramos en Deuteronomio 10: "Y ahora lsrael, esto es lo único que te pide Yahvé, tu Dios: que
le temas y sigas todos sus caminos, que ames y sirvas a Yahvé, tu Dios, con
todo tu corazón, con toda tu alma, observando sus mandamientos y preceptos pues
hoy te prescribe, para tu bien... " "Por eso, no persistas en tu
obstinación, cuando Yahvé, tu Dios, hace justicia al huérfano y a la viuda, ama
al extranjero y le da ropa y alimento. También tú amarás al extranjero" (18-19a).
Esto muestra que la única manera de vivir la alianza y entrar en comunión con
el pactante divino es amar al prójimo más abandonado y marginado, que en
aquellos tiempos eran las viudas, el huérfano y el extranjero. Ellos no tenían
derechos, estaban desprovistos de apoyo y seguridad. Dios dice que la única
manera de amarlo y cumplir su vocación es proteger los derechos de los más
marginados de la sociedad.
Los mandamientos son las diez palabras en
las cuales Israel
intentó sintetizar al máximo la voluntad de Dios. Von Rad dice: "Israel trabajó mucho en este
decálogo, hasta darle la concisión formal y temática que era necesaria”. Salta a la vista que los
diez mandamientos han sido preparados con el evidente propósito de abarcar -en
lo posible- todos los ámbitos de la vida. Por lo tanto, la manera de buscar
auténticamente a Dios y vivir según su voluntad es respetar y defender el
derecho de los demás.
Otro momento importante que nos muestra
cuál es la voluntad de Dios respecto del
hombre es la narración sacerdotal de la creación.
La traición histórica de Israel provocó
la pérdida de su tierra, sus instituciones, su templo y su lengua. Hasta la
teología de Israel
se ve acosada: Marduc parece superar a Yahvé. Los israelitas se enfrentan a la
fastuosidad del
culto babilónico y la riqueza de sus cosmogonías. Hay crisis de fe y de
identidad. El autor sacerdotal, de acuerdo con los modelos babilónicos,
describe en la narración de la Creación, un cuadro que es totalmente
antropocéntrico: una pirámide invertida cuyo centro es el hombre. Realiza la
afirmación de que el hombre está hecho a imagen y semejanza de Dios. Es hijo de
Dios: "Adán engendró un hijo a
imagen y semejanza”. Hay una
comunión fraterna: "Dios creó al
hombre a su imagen, lo creó a imagen de Dios, los creó varón y mujer”. Le
dio dominio de la naturaleza:
"Hagamos al hombre a nuestra imagen, según nuestra semejanza, que le estén
sometidos los peces del mar y las aves del cielo”.
El autor sacerdotal presenta cuál es la
vocación del
hombre y la dignidad que tiene. Por lo tanto, muestra a un pueblo humillado por
la derrota, fascinado por el fausto de (a superpotencia de aquel tiempo, cuánto
es amado y querido por Dios; presentándole el proyecto de vida que debe llevar.
Una reafirmación del
hombre como imagen de Dios, la encontramos en
nuestros días en la Declaración de la V Asamblea Mundial de Iglesias, realizada
en Nairobi en
1975. Leemos en un párrafo de la misma: "Dios
quiere una sociedad en que todos puedan ejercer plenamente los derechos
humanos. Todos los seres humanos son creados a imagen de Dios, para ser
iguales, infinitamente preciosos para Dios y para nosotros”.
La vocación del hombre y la dignidad que
tiene, visualizada en la narración sacerdotal, también puede reflejarse en la
actualidad por este trozo del Credo Social de la Iglesia Metodista, de 1971: "Creemos que al Señor pertenece la
tierra y su plenitud, el mundo y todos los que en él habitan; por eso
proclamamos que el pleno desarrollo humano, la verdadera seguridad y orden
sociales sólo se alcanzan en la medida en que todos los recursos técnicos y
económicos y los valores institucionales están al servicio de la dignidad
humana en una efectiva justicia social".
Otro momento clave para remeditar los
derechos humanos a la luz de la Palabra de Dios es el tiempo de los Profetas.
Profeta es el hombre de fe dotado de una
gran sensibilidad para captar la acción de Dios en la historia y trasmitirla a
sus contemporáneos. De allí las características que tiene todo profeta:
- Intérprete
de la historia, atento a los signos de los tiempos; capaz de captar la voz de
la historia, que es la voz de Dios.
- Crítico de
las situaciones inauténticas, de acuerdo con el proyecto de Dios acerca del hombre.
- Concientizador
del pueblo.
- Forjador de
una historia que orienta hacia el futuro.
Cuando acontece el fracaso de la monarquía,
queda manifiesta la incapacidad de los reyes como
defensores del
pueblo, al no cumplir con su carisma específico. Luego que el pueblo de la
alianza se hubo instalado, lo que tendría que haber sido un modelo de sociedad
justa y fraterna comenzó a distorsionarse, produciéndose desequilibrios
interesados que hicieron fracasar la
"carta de los hombres libres". La inculturación y la agricultura,
con sus propiedades y extensiones, reavivaron las diferencias de clases, con el
consecuente enriquecimiento de un grupo de terratenientes y el empobrecimiento
del pueblo.
Este desequilibrio generaría una estructura
monárquica que crecía día a día, plagada de funcionarios reales. La aparición
de un ejército permanente que debía ser sostenido con el impuesto del pueblo. Se crearon
almacenes, lo que produjo el acaparamiento de alimentos. Así, comenzaron a
abundar los pobres y marginados,. cuyos derechos eran pisoteados y desconocidos
por los poseedores del
poder político, militar y económico.
En esas circunstancias, Dios suscitó a los
profetas, que se constituyeron como
defensores de los derechos de pobres y marginados.
Uno de los casos más patentes es el de
Nabot, narrado en 1 Reyes 21 .
Acab, abusando de su poder, no respetó los
tradicionales derechos de familia de Nabot, ni su persona. De acuerdo con los
métodos de aquel tiempo, lo hizo desaparecer mediante el asesinato,
apropiándose de su heredad. Nadie defendió los derechos de Nabot. Pero sí
Elías, quien hizo formar conciencia sobre el pecado que había cometido,
conminándolo con grandes castigos: su muerte, la de su esposa Jezabel y la
pérdida de la heredad.
Aunque este trozo pertenezca a las leyendas
proféticas, pone de manifiesto la actitud de los profetas y su convencimiento
de que despojar de sus derechos al pobre es ofender a Dios. Esta es la tónica
de todos los profetas. Natán lo había hecho con el mismo David. Todos tuvieron
la misma actitud: defender los derechos del
oprimido.
Por ejemplo, en Amós (2, 6-8): "Así dice el Señor: los de lsrael
han cometido tantas maldades que no dejaré de castigarlos; pues venden al
inocente por dinero y al pobre por un par de sandalias. Oprimen y humillan a
los pobres, y se niegan a hacer justicia a los humildes. El padre y el hijo se
acuestan con la misma mujer, profanando así mí santo nombre. Tendidos sobre
ropas que recibieron en prenda, participan en comidas en honor de los ídolos;
con dinero de multas injustas compran vino, que beben en el templo de su dios
".
El mismo Amós (5, 10-13): "¡Ay de ustedes, que odian al defensor
de la justicia y detestan al testigo honrado! Puesto pues pisotean al pobre y
le cobran impuestos de trigo, no podrán vivir en las casas de piedra que han
construido, ni beberán del
vino de los viñedos que han plantado. Yo conozco sus muchas maldades y sus
pecados sin fin: oprimen al justo, reciben soborno y en los tribunales hacen
que el pobre pierda su causa. Por eso el que es sabio se calla, porque el
tiempo es malo':
También en Amós (8, 4-7): "Digan esto, ustedes que oprimen a los
humildes y arruinan a los pobres del
país; ustedes que dicen: '¿Cuándo pasará la fiesta de la luna nueva, para que
podamos vender el trigo? ¿Cuándo pasará el día de reposo, para que vendamos el
grano a precios altos y usando medidas con trampas y pesas falsas?
¡Arruinaremos a los pobres hasta que ellos mismos se nos vendan como esclavos
para pagar sus deudas, aunque sólo deban un par de sandalias! ¡Venderemos hasta
el desecho de trigo!' El Señor ha jurado
por la gloria de Jacob: Nunca olvidaré lo que han hecho ".
Otro de los profetas, Isaías, (1, 1 3-1 7):
"No me traigan más ofrendas sin
valor; no soporto el humo de ellas. Ustedes llaman al pueblo a celebrar la luna
nueva y el día de reposo, pero yo no soporto las fiestas de gente que practica
el mal. Aborrezco sus fiestas de luna nueva y sus reuniones; ¡se han vuelto tan
molestas que ya no las aguanto! Cuando ustedes levantan las manos para orar, yo
aparto mis ojos de ustedes; y aunque hacen muchas oraciones, yo no las escucho.
Tienen las manos manchadas de sangre. ¡Lávense, límpiense! ¡Aparten de mi vista
sus maldades! ¡Dejen de hacer el mal! ¡Aprendan a hacer el bien, esfuércense en
hacer lo que es justo, ayuden al oprimido, hagan justicia al huérfano,
defiendan los derechos de la viuda!".
Asimismo, Miqueas (3, 1-4): "Escuchen ahora, gobernantes y jefes de
lsrael, ¿Acaso no corresponde a ustedes saber lo que es la justicia? En cambio,
odian el bien y aman el mal; despellejan a mi pueblo y le dejan los huesos
pelados. Se comen vivo a mi pueblo; le arrancan la piel y le rompen los huesos;
lo tratan como
si fuera carne para la olla. Un día llamarán ustedes al Señor, pero él no les
contestará. En aquel tiempo se esconderá de ustedes por las maldades que han
cometido".
El profetismo defiende el derecho del pobre, oprimido,
humillado y esclavizado, porque Yahvé es el defensor de los que no tienen
derecho. Lo mismo en la literatura sapiencial. Todo el Antiguo Testamento, de
manera explícita o implícita, nos muestra que Yahvé es el gran defensor de los
derechos del pobre, del marginado.
Debemos releer la vocación del hombre (los derechos
humanos) a la luz de la enseñanza y el actuar de Jesús de Nazaret. En Jesús,
Dios se nos reveló definitivamente. Colosenses (1, 12) dice: "El es el principio, el primero que
resucitó de entre los muertos a fin de que El tuviera primacía en todo”.
La Constitución "Gaudium et Spes"
N° 22 del Concilio Vaticano II concretiza este
pasaje bíblico diciendo: "el
misterio del
hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado ".
"Cristo, el nuevo Adán en la misma revelación del misterio y de su amor,
le manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad
de su vocación”. Jesús de Nazaret nos enseña cómo debemos ser
auténticamente hombres.
En el documento de Puebla, que es la relectura del Evangelio a
la luz de nuestra situación latinoamericana, los pastores nos dicen: "Debemos presentar a Jesús de Nazaret
compartiendo la vida, las esperanzas y las angustias de su pueblo" (1
76).
Toda nuestra vida (creer-obrar) debe
adquirir luz y sentido a partir de Jesús de Nazaret.
Si Jesús es nuestro modelo, es porque fue
plenamente hombre. Confesamos y creemos que es plenamente Dios, pero también
plenamente hombre: misterio inefable de nuestra fe.
En nuestras reflexiones siempre debemos
partir del Jesús histórico (Jesús de Nazaret) hasta llegar a Cristo resucitado,
proclamado por la comunidad cristiana.
Los Evangelios no son historias o
biografías de Jesús, sino el anuncio de Cristo resucitado puesto en el marco
histórico de Jesús de Nazaret. Es indispensable tener en cuenta estos dos
estratos que corren a lo largo de todo el Evangelio.
La historia constituye una dimensión
esencial de Jesús hombre. Jesús no puede aparecer como omnisciente y omnipotente. Mental y
espiritualmente estuvo movido y condicionado por las experiencias y enseñanzas
que históricamente le sobrevenían y luego determinaban las actitudes básicas de
su existencia. Como
hombre tuvo un proceso, y muy complejo, de desarrollo.
Por lo tanto, Jesús tuvo una progresividad
en su conocimiento que consumó con su muerte en la cruz. No debemos
considerarlo como
una persona pre-programada, que todo lo sabe y viene a enseñarnos los misterios
divinos, que parecería que apenas roza la tierra y la humanidad.
La situación socio-económica de su tierra
necesariamente debió ejercer influencia en él. Si hubo mucho hambre, epidemias
y sequías en Palestina, esto ocasionó el aumento del
bandolerismo y la resistencia.
Galilea estaba superpoblada. Herodes había
confiscado tierras, luego vendidas a los grandes propietarios, de modo que los
ricos se hacían más ricos aún. La presión socioeconómica produjo una lucha por
el reparto de los bienes entre los mismos grupos explotadores. Los impuestos
eran agobiantes. A los impuestos estatales se añadieron los religiosos. Los
sacerdotes organizaban verdaderas batallas campales a la hora del reparto de los bienes, para distribuirse
los diezmos. La aristocracia cada día se tornaba más violenta y más extorsiva
en el cobro de los impuestos. Esta presión socioeconómica produjo la aparición
de los movimientos de resistencia.
En lo sociopolítico, el gobierno era
teocrático. Prácticamente el reino de Dios era el reino de la aristocracia
sacerdotal, la cual pactaba con la fuerza de ocupación, los romanos. En esta
situación opresiva, Galilea fue el foco más fuerte de resistencia. Allí surgieron los movimientos
radicalizados contra la aristocracia sacerdotal y los romanos. Judas el Galileo
organizó una fuerza de resistencia
armada, los Zelotes. Toda esa época
está caracterizada por una gran violencia, durante la cual los galileos eran
mal vistos entre los grupos de poder, que los acusaban de subversivos y
heterodoxos.
En ese ambiente nació, creció y actuó Jesús
de Nazaret.
Jesús, por ser galileo y por la clase
social a la que perteneció, fue un marginado. Hasta cerca de los veinticinco
años de edad permaneció en su pueblo natal, trabajando y luchando por su
subsistencia y la de su familia. Hasta que se separó de ella y buscó otros
rumbos, uniéndose a uno de los movimientos radicalizados de aquel tiempo, el de
Juan el Bautista, que se había retirado al desierto. Allí escuchó el programa
del Bautista: la conversión urgente ante el juicio de Dios, que ya estaba
próximo. Esta conversión significaba dar a la propia vida una orientación
totalmente distinta de la habitual. Concretamente, consistía en respetar los
derechos humanos y la justicia: "El
que tenga dos capas dé una al que no tiene y quien tenga qué comer haga lo
mismo”. A los cobradores de impuestos: "No
cobren más de lo debido”. A los militares: "No abusen de la gente, no hagan denuncias falsas y conténtense
con lo que les pagan" (Lucas 3, 10-14).
Jesús hizo allí su opción fundamental. Se
convirtió y recibió como
signo el bautismo. Esto no quiere decir que estuviese antes en pecado, sino que
daba una nueva orientación a su vida.
Históricamente nada podemos decir sobre el
origen de la conciencia que Jesús tenía de su vocación, pero sí podemos afirmar
que su actitud pública como
profeta estuvo ligada a su bautismo en el Jordán. Aquí Jesús descubrió
claramente que "la causa de Dios es
la causa del
hombre". Por lo tanto, defender los derechos del hombre es defender los derechos de Dios.
Fue un propósito religioso el que movió a Jesús a decir algo sobre el hombre y
su salvación definitiva.
Núcleo del mensaje de Jesús
"Después
que Juan fue entregado, marchó Jesús a Galilea y proclamaba la buena noticia de
Dios: El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios está cerca; conviértanse y
crean en la Buena Noticia" (Marcos 1, 14-15).
Jesús nunca predicó acerca de sí mismo,
dándose títulos (Hijo de Dios, Mesías) o acerca de su muerte redentora o de su
resurrección. El tema exclusivo de Jesús fue el reino de Dios, y ésta fue la
causa por la cual vino, actuó y murió.
Jesús nunca definió lo que era el reino (o
reinado = malkuta) de Dios. Vivió en
un ambiente donde todos lo sabían. No era un reino en sentido territorial, sino
un reinado. Tampoco un reino del
más allá, ultramundo. Ni siquiera un reino de arriba, espiritual. Era un estado
de cosas, precedido por un acontecer, en el cual Dios ejercía su soberanía,
actuando como
Señor y Rey.
Por lo tanto, "reino de Dios" era
un concepto abarcador. En aquel tiempo significaba todo lo que el hombre podía
anhelar, como
dicha, paz, alegría, realización plena.
El mundo de Jesús era un mundo dominado por
el mal -el odio la violencia, la injusticia, la angustia y la falsedad- donde
el único derecho era la fuerza. Jesús trajo la buena noticia de que todo eso
iba a cambiar, que se iba a producir un viraje decisivo en la historia y que,
por lo tanto, había que convertirse.
Jesús estuvo condicionado a su tiempo.
Esperaba una intervención especial de Dios y que eso sucediera muy pronto.
Aunque no sucedió de esa manera, si aconteció en su sentido más profundo. Ese
cambio implicaba que había que hacer presente ya el reino de Dios, oponiéndose
a un mundo maligno por medio de la lucha contra la violencia, el odio y las
injusticias. En definitiva, defendiendo los derechos humanos de los oprimidos.
Lo que Jesús concretamente anunciaba era la
realización plena y la liberación total del
hombre, erradicando todo mal y superando las alienaciones humanas. Por lo
tanto, la predicación de Jesús -la causa que Dios defendió- fue lo que hoy
llamamos la lucha por los derechos humanos, sabiendo que la consecuencia plena
de esa de esa meta sólo se alcanzará en la escatología.
Jesús se identificó con la causa de Dios en
cuanto es causa del
hombre. Jesús anunció la buena noticia a los marginados y pecadores: "No son los sanos los que tienen la
necesidad del
médico, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los
pecadores" (Marcos 2, 17).
Jesús manifestó su profundo convencimiento
de saberse enviado para transmitir especialmente a los marginados el mensaje del reino de Dios. Jesús
buscó hacer posible la comunión con los pecadores y defender sus derechos,
mezclándose con ellos hasta el punto de perderse. La muerte de Jesús fue la
confirmación de una vida dedicada a invitar a los pecadores a salir de su
marginación para estar más unidos con Dios.
Jesús anunció la buena nueva a los pobres: "Bienaventurados los pobres, porque de
ustedes es el reino de Dios. Bienaventurados los que tienen hambre, porque
serán saciados. Bienaventurados los que lloran ahora, porque reirán.
Bienaventurados cuando proscriban su nombre como malo" (Lucas 6, 20-25). De
acuerdo con la situación socio-religiosa de Israel, los pobres - los
hambrientos, los que lloran- eran los desclasados. Quienes por la presión
política, económica y religiosa no tenían medio humano alguno para hacer valer
sus propios derechos, sólo podían confiar en Dios. A éstos, Jesús les anunció
la felicidad. Con la venida del
reino, ya próxima, recuperarían sus derechos conculcados.
Analizando el mensaje del
reino de Dios, vemos que la salvación del
reino es el movimiento desde la muerte hacia la vida, que debe culminar en la
vida plena. Por lo tanto debe ser íntegra -todo el hombre-, comunitaria - cada
uno se salva en la medida que aporta a la salvación de los demás -,
intramundana - tarea de este mundo que se consumará en el más allá- y en la
historia - proceso colectivo en base a opciones libres -.
Ante la predicación del reino se suscitó un movimiento de
renovación, que fue el de Jesús. La casi totalidad de sus seguidores pertenecían
a las capas sociales amenazadas por las deudas y el condicionamiento:
pescadores, artesanos, campesinos.
Jesús no fundó primariamente comunidades
locales, sino que creó un movimiento de "carismáticos ambulantes" que
se trasladaba de sitio en sitio. No era una forma de vida institucionalizada.
Tenía un gran desarraigo, ya que se renunciaba a un lugar estable, a la
familia, a. la propiedad y hasta a la propia defensa, ya que corrían el riesgo
de la ilegalidad y el desamparo. En concreto, un movimiento que sufrió toda la
angustia y las consecuencias de la marginación.
Jesús -y todo su movimiento- buscó la
superación de las tensiones en que vivía la sociedad de su tiempo. No siguió el
camino de los Zelotes, que buscaban una solución por medio de la violencia, ni
el de la comunidad de Qumrám, que trataba de encontrar la solución en la vida
ascética y separada de la sociedad. Ante un mundo que se desmoronaba por el
exceso de represión y agresividad - con una carencia total de derechos para los
marginados- buscó renovarlo, pero desde adentro, mediante una visión de amor y
reconciliación. El mandamiento del amor fue el centro de todo, hasta
las últimas consecuencias, inclusive amar a los enemigos.
Sin embargo, Jesús fue víctima de la
agresividad reinante, siendo liquidado por las fuerzas políticas, económicas y
religiosas de esa sociedad.
Jesús anunció el reino de Dios. El tema de
su predicación no fue su propia muerte, ni su resurrección. Estas son proyecciones
pos-pascuales. Él esperaba esta en vida a la llegada del reino. La radicalidad de sus exigencias,
que desinstalaban al poder reinante y movían al pueblo a un cambio total,
hicieron que su predicación fracasara. Ante la crisis de Galilea Jesús fue
abandonado por todos, menos por un grupo de discípulos, y vio que los
detentadores del
poder político y religioso lo consideraban peligroso, tramando su muerte. Desde
ese momento, contó con la posibilidad de su muerte violenta. Pero aun ante esta
posibilidad no traicionó su vocación y su misión. No modificó su comportamiento
fundamental, previendo que su fin podía ser el mismo que el de todos los
profetas y justos de la historia de Israel.
Yendo hacia Jerusalén, esperaba la
irrupción del
reino y el triunfo de su causa: la causa de Dios y de los hombres. Pero el
reino no vino. En el Getsemaní, sintió así la experiencia de una frustración
histórica, pero al mismo tiempo tuvo una absoluta confianza en el futuro de
Dios para el hombre. Cayó la representación figurativa con que se manifestó su
esperanza, pero no la propia esperanza, su fe.
Jesús de Nazaret no dio sentido redentor a
su muerte. Su muerte tuvo el mismo sentido de su vida: una entrega como servicio a los
demás, para defender sus derechos hasta las últimas consecuencias. Prefirió
morir antes que ser infiel a su causa, a su misión: liberar a los marginados.
En un mundo de violencia no tenía otro medio para decir cuál era la causa de
Dios que muriendo, por eso no se volvió atrás ante la muerte. En este sentido,
la muerte y toda la vida de Jesús fue redentora, como signo de la entrega de Jesús. La cruz es
el símbolo del
odio, pero Jesús la transformó en signo de amor.
¿Quién mató a Jesús? Su muerte es un
testimonio. Denuncia las injusticias de este mundo y todos los sistemas
(político-religiosos) que pretenden monopolizar la verdad y el bien hasta
liquidar a los oprimidos, no respetando ningún derecho humano. Lo trágico es
que a Jesús lo condenaron legalmente -con conciencia recta- los hombres más
piadosos de su tiempo, creyendo que con esto hacían un homenaje a Dios. Lo
condenaron los poseedores del
derecho romano, creyendo que con ello hacían un homenaje a la sociedad. Les
faltó una "conciencia crítica". Pascal decía que "jamás hacemos el mal tan perfectamente como cuando lo hacemos con conciencia
recta". Todo hombre, aun el mejor intencionado y con la mejor buena
voluntad, puede equivocarse trágicamente. Es que esa conciencia
"recta" está manejada por ideologías o convenciones sociales que
distorsionan totalmente la realidad, pudiendo llegarse a creer que se hace un
homenaje a Dios matando al hombre. Por eso debemos dejarnos interpelar
continuamente por la obra de Jesús, quien nos da la pauta clara de dónde está
la auténtica presencia de Dios: en la defensa de los derechos del marginado.
El día de la muerte de Jesús todo pareció
ser un fracaso: el agitador ajusticiado, sus seguidores habían escapado, Dios
en silencio. Una vez más parecía que quienes defienden los derechos humanos,
terminan en un total fracaso.
Dios, resucitando a Jesús de entre los
muertos, demostró que Jesús tenía razón: que vivir por la verdad y la justicia
no es un sin sentido. AI oprimido, al liquidado y sin derechos le está
reservada la vida será juez y dador de la vida.
En Jesús, la resurrección significa la
victoria de la vida, del derecho del oprimido, de la justicia del débil. Dios da razón al oprimido y la
quita a los opresores. Dios aprobó la vida y las obras de Jesús de Nazaret.
Predicar la resurrección es entrar en
conflicto (Hechos 4, 1-3). Hoy nadie es encarcelado y asesinado por predicar la
resurrección. Es un tema descomprometido que no molesta a nadie. En cambio,
para los discípulos era una denuncia: "ustedes
lo han matado, pero Dios lo ha resucitado" (Hechos 3, 15). Afecta a
quienes lo oyen. Por lo tanto, predicar la resurrección es vivir y hablar de
tal manera que se da la razón a Jesús y se la quita a quienes se comportaron como los que lo
asesinaron. Esto sí compromete. Esto resulta conflictivo. Quiere decir: Jesús
fue perseguido y asesinado por defender la causa del hombre, los derechos de los pobres y
marginados. Cuantos sufren el mismo tipo de persecución son los que viven la
forma fundamental de presencia del
resucitado en sus vidas. Quienes jamás han sido perseguidos o molestados, sino
que viven aplaudidos y estimados, tienen que preguntarse si su fe en la
resurrección no es una nueva ideología que los ilumina engañosamente.
El resucitado está presente donde la vida
lucha contra la muerte: "Y él murió
por todos, a fin de que los que viven no vivan más para sí mismos, sino para
aquél que murió y resucitó por ellos" (2 Corintios 5, 15).
La resurrección cristiana es el triunfo
definitivo sobre la muerte. El destino de cada cristiano es el destino de
Jesús. No se trata sólo del triunfo en la otra
vida, sino del
triunfo de la vida sobre la muerte ya, desde ahora, en nuestro mundo e
historia. La resurrección se vive y Se hace presente donde la vida lucha contra
la muerte, donde se lucha y hasta se muere para evitar la muerte o las causas
de la muerte con los medios que estén a nuestro alcance. Jesús es la plenitud
de la resurrección porque es la plenitud de la vida. Creer en Jesús resucitado
es comprometerse por la lucha en favor de la vida, por una vida más humana, con
sus derechos, más plena, más feliz.
No hay fracaso, ni muerte por el reino que
nos pueda hundir. Estamos seguros de que nuestra vida no está condenada al
fracaso y la destrucción. Allí donde se estrellan todas las esperanzas humanas,
allí precisamente empieza la esperanza del
creyente. Puede haber personas o grupos que se cansan de luchar. A fuerza de
fracasos y decepciones, dicen: "¡Ya basta!" y se dejan llevar cómodamente
por la corriente. Es entonces cuando debemos preguntar: "¿Dónde está la fe
en la resurrección y la esperanza de esa gente?".
¿Dónde se hace presente Cristo resucitado?
En los que luchan en favor de la vida, contra la muerte. Son los que actúan, no
los que saben. Aun los creyentes anónimos que actúan en favor de todo lo que
actuó Jesús. En cambio, puede haber "cristianos ateos", quienes no se
solidarizan con los marginados y pobres.
Cristo resucitado se hace presente también
en los inconformistas frente a la realidad injusta que vivimos. En los
inevitablemente conflictivos, que luchando por la paz y la vida plena, indefectiblemente se
enfrentarán con los violentos de la tierra. En los que tienen la mirada puesta en el futuro, los forjadores
de la historia.
Jesús sirvió a la humanidad gestando su
salvación. Las Iglesias cristianas, continuadoras de Jesús, deben tener esta
única suprema misión.
Hay aspectos de la existencia humana en que
la acción de salvación es más inmediatamente necesaria. Las circunstancias
históricas son las que deciden: los pobres, los marginados, los privados de los
derechos más elementales correspondientes a la dignidad humana, ellos son
quienes aquí y ahora deben ser los destinatarios de nuestra misión concreta.